María, ejemplo de amiga y madre, de corazón
abierto y entregado que siempre está a nuestro lado.
En el Magníficat,
el evangelio de Lucas nos presenta a una mujer sencilla, humilde, llena de
ternura que se hace presente: ¡Fiat!
Éstas no son virtudes de los débiles sino de los fuertes que no necesitan ser más que otros para sentirse importantes.
Éstas no son virtudes de los débiles sino de los fuertes que no necesitan ser más que otros para sentirse importantes.
“Proclama
mi alma la grandeza del Señor,
Mi espíritu
se alegra en Dios mi salvador.
Porque ha
mirado la humildad de su sierva…”
(Lc 1,47)
María, primera evangelizadora y “Reina de las
Misiones” que, movida y guiada por el Espíritu de Dios, reconoce en los
pequeños detalles de una boda el inicio de grandes acontecimientos: “Haced
lo que Él os diga” (Jn 2,5).
María, mujer de fe, que vive y camina en la fe hasta en su noche más oscura al pie de la cruz, mostrando la agonía de la madre que acompaña los últimos instantes de la vida de su hijo:“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena” (Jn 19,25).
María, Madre de la Iglesia, que estuvo siempre cerca de Jesús y guardó en su corazón todas las cosas que vivió junto a su hijo amado para poder comprenderlas, recordarlas y después compartirlas en la primera comunidad cristiana con los discípulos, siendo germen en la construcción de la Iglesia, el pueblo de Dios: “Todos ellos, con algunas mujeres, la madre de Jesús y sus hermanos, persistían unánimes en la oración. Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar”. (Hch 1,14.2,1).
María, Madre de la Iglesia, que estuvo siempre cerca de Jesús y guardó en su corazón todas las cosas que vivió junto a su hijo amado para poder comprenderlas, recordarlas y después compartirlas en la primera comunidad cristiana con los discípulos, siendo germen en la construcción de la Iglesia, el pueblo de Dios: “Todos ellos, con algunas mujeres, la madre de Jesús y sus hermanos, persistían unánimes en la oración. Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar”. (Hch 1,14.2,1).
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